PARA ADQUIRIR "VERACRUZ"

Pueden adquirir la novela "Veracruz" solicitándola en su librería habitual (I.S.B.N. 978-84-944297-6-7) o directamente a la editorial "Los Libros de Umsaloua" mediante el correo electrónico umsaloua@gmail.com .

sábado, 23 de abril de 2016

Día Mundial del Libro en "Pérgamo"

 Recuerden que para el Día del Libro, tendremos con nosotros a Inma Calderón a las 12:00 h., con una actividad de lectura participativa para niños, y las 13:00 h. José Alcedo nos presentará su nueva novela: "Veracruz".






jueves, 21 de abril de 2016

Esta mañana en Astilleros

Ha sido un momento muy emocionante. Gracias Marga, Pedro, Antonio, Pepe, Manolo... ¡Ojalá Veracruz haya llevado más barcos a nuestro astillero!



miércoles, 20 de abril de 2016

Veracruz, en "El Dique" de Puerto Real

     Mañana jueves (hoy en realidad) seguramente sea uno de los días más importantes de mi "carrera literaria". He sido invitado por el Comité de Empresa de "El Dique" a iniciar una lectura de mi novela Veracruz en todas las dependencias del astillero, taller por taller y oficina por oficina, con motivo de la celebración del Día del Libro. Es la primera vez que se hace y es para mí un honor leer las primeras páginas de mi novela justo en el lugar en el que mi padre pasó la mayor parte de su vida, trabajando allí desde los 14 años hasta que lo prejubilaron. 
     Y tiene mucho que ver esta coincidencia, pues el nombre de la novela surgió de un posible traslado de nuestra familia, en 1981, a unos astilleros mexicanos en construcción. Mi padre nos preguntó si estábamos conformes en irnos allí, y yo, con 16 años, ansioso de aventuras, dije inmediatamente: ¡¡Sí!! . Al final no salió la cosa, pero yo me quedé con el nombre de aquella ciudad que podría habernos acogido, y que ahora, por... ¿casualidad? aparece cuando menos me lo esperaba: Veracruz.


domingo, 17 de abril de 2016

A modo de aperitivo...

     Continuamos con las publicaciones de este blog ofreciendoles las primeras páginas de "Veracruz", y unas fotografías de "Casa Morales", taberna de Sevilla donde tiene lugar la escena que se describe, y de la Calle Arroyo, donde vive Alicia, la protagonista.

VERACRUZ




     Sevilla
     28 de marzo de 1985

—Doce vertical… “empresa de resultado incierto”… ocho letras… comienza y acaba en “a”… acaba en “a”…
—¡Aventura! 
 Una joven acababa de interrumpir al frustrado y aburrido cliente que, dejado caer en una de las mesas altas situadas en el exterior de la taberna sevillana Casa Morales intentaba en vano resolver el crucigrama de un estropeado ABC al que, aunque publicado aquella misma mañana, el trasiego que había sufrido desde temprano, unido a las manchas de grasa, cerveza y vino que habían caído irrespetuosamente sobre él, le hacían parecer un ejemplar de meses pasados. 


 

















—Me llamo Alicia, y soy de aquí, de Sevilla —se presentó la joven, suavizando así lo abrupto de su interrupción en la vida, o al menos en el ocio, de él—. Y me encanta hacer crucigramas, sobre todo completar los que dejan sin terminar en los diarios de los bares.
—Alan —dijo él ofreciéndole su mano, que ella aceptó con firmeza, aunque quizás hubiera esperado un cordial beso de bienvenida, una actitud de uso cada vez más frecuente entre los jóvenes y, por ello, desprovista de cualquier atisbo erótico o sentimental, por más que eso no parecía ser lo que Alan pensaba en aquellos momentos.
—Alan Davies. Soy inglés, de…
Justo en ese momento, una moto que venía anunciando su llegada desde la misma Puerta del Arenal, tras atravesar toda la calle García de Vinuesa, desde muchos metros más abajo, pasó por delante de ellos y se detuvo, sin dejar de hacer ruido, frente a la puerta de la taberna.
La pareja recién conocida no pudo sino asombrarse al ver cómo, una vez despojado de su casco y su chaqueta de cuero, tenían ante ellos a un religioso joven, pero vestido como “los de antes”, con camisa y chaqueta negras y alzacuellos. El motorista dejó la moto aparcada sobre la acera y se introdujo en el establecimiento.
—…de Brighton. Y habitualmente no me dedico a resolver pasatiempos —terminó su presentación un sorprendido Alan, poco acostumbrado a este tipo de exhibiciones sacerdotales. Pero al observar la cara de asombro de Alicia comprendió que la extraña indumentaria del religioso distaba mucho de ser habitual, ni siquiera para una sevillana.
Alicia se repuso de la momentánea interrupción y, en un intento de representar una amabilidad que, en el fondo, no era fingida, le comentó:
—Ah, claro, ¡inglés! ¡Por eso te costaba tanto resolver el crucigrama! ¿Otra cerveza? Yo siempre la tomo con un montadito de pringá… —habló ella casi dirigiéndose al aire, pues rápidamente se había levantado y caminaba hacia el interior de la taberna dando por hecho que Alan estaría de acuerdo con su propuesta.
El inglés tuvo así unos minutos para asimilar todo lo que le había sucedido desde que aquella mañana, de hacía ya cuatro días, llegó en el Talgo a la estación de Córdoba después de haber recibido el encargo de una nueva misión directamente de la cúpula de la empresa para la que trabajaba: Oceanic Rescue.
Alan llevaba quince años, de los cuarenta y dos que tenía entonces, trabajando para dicha empresa, que estaba especializada en rescates de restos de naufragio encargados por los diferentes gobiernos implicados. Nada que ver, pues, con los modernos piratas que se apropian de los pecios a escondidas y venden sus tesoros en el mercado negro. O al menos eso era lo que al investigador inglés le gustaba imaginar mientras observaba a Alicia que se aproximaba haciendo malabarismos para evitar que los dos tubos de cerveza y los dos platos con montaditos de pringá no terminaran decorando la todavía ardiente motocicleta.
—Casualidad —dijo ella mientras depositaba milagrosamente intactas las viandas.
—¿Cómo?
—Dos horizontal: “Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar”. Pues eso: casualidad.
—¡Qué casualidad! Igual que nuestro encuentro fortuito, Alicia. ¿O no es así?
La entonación con la que Alan pronunció esta última frase hizo ver a Alicia que había sido descubierta ocultando algún imperdonable secreto.
—Tú también me viste ayer en el Archivo de Indias, ¿verdad? —preguntó ella en una actitud que tenía más de confesión que de pregunta.
—Pues sí. Y si es cierto que existe la casualidad, cosa que yo dudo mucho y en la que nunca he creído, puede que tengamos algo muy interesante en común, algo que quizás tenga que ver con la casualidad y que casualmente pueda convertirse en una aventura.
—¿A qué te refieres, Alan?
—Ocho horizontal —dijo el inglés señalando con el dedo la ajada página del periódico—: “Cofradía del Lunes Santo en Sevilla”.
—¡Veracruz!

*

Cuando Alicia regresó a su casa, pasadas las cinco de la tarde, no tuvo mucho tiempo para pensar en Alan o en sus coincidencias en la sala de investigadores del Archivo de Indias. Varias cervezas con sus correspondientes montaditos y los dos —¿o fueron tres?— combinados de ginebra que tomaron en la sala Bestiario le animaron a aprovechar la calurosa tarde de primavera cumpliendo con una de las tradiciones andaluzas que con más fuerza ha pervivido a lo largo de los siglos: la siesta. Aún no era tiempo de aire acondicionado por lo que se limitó a correr las cortinas y dejar entreabierta la ventana. En su casa de la calle Arroyo las sombras ganaban siempre la partida a la claridad lo cual era un verdadero problema en invierno, pero una agradable realidad en verano. Mientras dudaba si desnudarse o no, se quedó dormida. 

 






Alicia Correa es sevillana de varias generaciones. Su familia proviene del barrio de Triana, aunque tras la tremenda remodelación que, nunca mejor dicho, sufrió el barrio, se asentaron en las inmediaciones de la Puerta Osario, y por esa misma zona buscó ella su casa en cuanto encontró trabajo en la oficina de unos grandes almacenes y pudo ser independiente.
A pesar de su clara ascendencia sevillana, algunos rasgos de su rostro, que lejos de afearla le conferían una imagen exótica y singular, confirmaban la leyenda que desde hacía varias generaciones había ido pasando de padres a hijos en su familia: los Correa de Sevilla descendían, y así lo creían con toda seguridad, de unos esclavos que llegaron encadenados al Arenal desde México a mediados del siglo XVI. Y esa leyenda se asentaba, como elemento probatorio, en una extraña joya que, aunque dañada y muy deteriorada, era la herencia que recibían todos los primogénitos de la familia.
Alicia había recibido el medallón, o más bien lo que quedaba de él, hacía seis años, justo el día en el que cumplió los dieciocho y estrenaba su mayoría de edad. Como si todo ello hubiera estado predestinado, a las pocas semanas murió su madre, que hacía ya muchos años que se había convertido en la viuda de su padre, llamado Valentín Correa. Un ataque al corazón sorprendió a su progenitor mientras trabajaba en las obras de reconstrucción del dique de contención del Tamarguillo, en la carretera de Carmona, tras las dramáticas inundaciones de 1961. A las pocas semanas nació Alicia, huérfana ya de su historia más reciente.
                Cuando sus manos rozaron por primera vez la exótica joya se sintió la heredera única de una extraña tradición, y se prometió a sí misma desentrañar los misterios de su origen, de esa desconocida genealogía que quizás terminara en ella si es que no conseguía, como así era por el momento, legar nuevos miembros a su estirpe.
El primer misterio por resolver era el de la curiosa línea de sucesión de su linaje, que iba desde aquella posible esclava que arribó a los muelles de Sevilla hasta su propio padre, ya en el siglo XX. Para empezar, todos los descendientes del primer Valentín Correa, hijo de aquella esclava, se habían casado cristianamente y, en todos los casos, sólo habían tenido un hijo varón, llamado asimismo Valentín. Ningún descendiente de la familia original había sido mujer y ninguno de los varones había tenido hermanos. De ahí la confusión de Alicia, única representante femenina en la saga de los Correa.
Y fue por esta extraña circunstancia que Alicia se decidió a buscar el auténtico origen de su familia, que se remontaba, más allá del originario Valentín Correa, hasta las lejanas tierras mexicanas. Se propuso conocer, retrocediendo a través de los siglos, a su antepasada, a la mujer que, vendida como esclava, llegó a Sevilla en un año incierto del siglo XVI. Y precisamente muy cerca de su casa se encontraba el lugar donde podría rastrear las huellas de aquél misterio: el Archivo General de Indias.

miércoles, 13 de abril de 2016

Presentada la novela "VERACRUZ", de José Alcedo


José A. Alcedo Rubio nace en Puerto Real (Cádiz) en 1964. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla, actualmente trabaja para la administración local. Poeta, ensayista, articulista y conferenciante, “Veracruz” es su segunda novela. En 2013 publicó, también en “Los Libros de Umsaloua”, la novela histórica “La Conjura de Atenas”, que obtuvo una gran aceptación por parte del público y la crítica.
En “Veracruz” nos acerca a dos épocas diferentes de las ciudades de Cádiz y de Sevilla, con aventuras y acontecimientos que se desarrollan tanto en los siglos XVI como en el XX, y que bajo la apariencia de una novela de amor, intriga y traiciones, nos plantea una reflexión acerca del papel que el azar, o los dioses, juegan en nuestra vida, y si es cierto que gozamos de libre albedrío o, como esclavos a bordo de un navío que cruza el Atlántico, navegamos –y vivimos- por un camino ya marcado de antemano por el destino.
Dos ciudades, Cádiz y Sevilla; dos épocas, el siglo XVI y los años ochenta del siglo XX; una joven sevillana en busca de sus raíces; un inglés cazatesoros; una esclava indígena de inusitada belleza y personalidad; el mal siempre encarnado en la codicia y la sinrazón humanas; un misterioso navío perdido, un poema que encierra un enigma…
Con estos elementos construye José Alcedo una historia inquietante en la que la narrativa histórica se entremezcla con la de intriga, la romántica con la de acción, para ofrecernos como resultado una novela de gran calidad literaria en la que, por debajo de su adictiva trama, podemos encontrar una profunda reflexión sobre el destino y la libertad, así como una afilada crítica a la hipocresía de los poderosos que a lo largo de los siglos, han oprimido y esclavizado a los más débiles e indefensos en nombre de supuestos ideales mientras justificaban con altos fines los medios más deleznables.

La novela Veracruz ha sido presentada ya en las Ferias del Libro de Tomares (Sevilla) y Puerto Real (Cádiz), con una gran aceptación por parte del público y de la crítica.


Programa del sábado 2 de abril en Tomares.Compartiendo día con Santiago Posteguillo y Elisabet Benavent, junto a otros magníficos escritores.


Presentación en Puerto Real (Cádiz), con el cantautor Alfonso Baro e Inmaculada Calderón, la editora de "Veracruz".